martes, 24 de febrero de 2015

La poesía en la Ilustración

¿Fantasía e Ilustración?

Sin un contexto adecuado no podemos entender propiamente el uso de lo fantástico en la poesía del siglo XVIII. Este siglo es el de la Ilustración. Esta busca educar al pueblo en los campos de la ciencia, la filosofía o la razón con el fin de mejorar sus vidas. Es el racionalismo la base para este proceso educativo de los ilustrados. Uno de los principales caballos de batalla de los ilustrados es acabar con cualquier elemento que se escape del raciocinio. Por lo tanto, buscan eliminar de la vida del pueblo la superstición y la religión tradicional. Es decir, luchan por eliminar todo lo que el intelecto no pueda explicar de forma plenamente razonada.
Cuando hablamos de elementos o temas fantásticos, debemos buscar su origen en la tradición mitológica, así como en la popular. Se convierte en género en este siglo XVIII.

Desde el punto de vista de la Ilustración, lo fantástico sólo puede tener un efecto negativo para el pueblo ya que lo aleja de su propia realidad y le impide progresar y mejorar. Por lo tanto, y como ya hemos comentado, hay un frontal rechazo de la Ilustración hacia los elementos fantásticos en la literatura. Todo lo que no se puede valorar en base a la experiencia real y comprobable ha de ser plena y completamente rechazado.


A pesar de todo ello, la fantasía, fruto de la herencia de la mitología y la tradición popular, juega un importante papel en la literatura de la época. La mitología será uno de los cauces por los que esta fantasía se intentará representar en la Ilustración. Sin embargo, esta herencia es dulcificada y, de alguna forma, adaptada a los tiempos. 

Ejemplo de ello encontramos en obras poéticas como Idilio VI. A Galatea, de Jovellanos en el que el autor nos muestra una especial sensibilidad para tratar una idílica historia de amor transmitida a partir de todos los elementos de la obra: desde la sintaxis hasta las estructuras. El poeta admira y ensalza la belleza de la musa desde la perspectiva del espectador. Galatea se nos presenta a la vez como fuente de perdición pero también de perfección al haber sido creada por el rey Pigmalión con ese propósito de perfección.

Los autores clásicos están plenamente presentes con elementos propios del Rococó como la naturalidad y la admiración de la musa en su momento más perfecto como musa del autor. A pesar del contexto en el que se escribe la obra es claramente palpable el entorno bucólico que la envuelve.

Siguiendo esta línea de musas, y criaturas fantásticas, podemos apreciar elementos mitológicos en la obra poética de Juan Meléndez Valdés, en composiciones como “El consejo del Amor” (Oda IV) donde se hace mención a un céfiro y de describe detalladamente. En otras odas, hace referencias a otros seres fantásticos, relacionados con la naturaleza, por lo que el acercamiento bucólico a la vida en contacto con la naturaleza empieza a estar más presente.


Es evidente la influencia de la Ilustración en los autores y eso tiene fiel reflejo en el desarrollo de sus obras y por eso, la aparición de elementos fantásticos y de carácter supersticioso se reduce a la expresión mínima. Se impone un auto control para no faltar a los principios de la Ilustración, aunque al final del periodo será innegable esa fusión que deja a los poetas llevarse más por los sentimientos que por la razón y donde empezarán a aflorar esos temas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario