¿Fantasía e Ilustración?
Sin un contexto
adecuado no podemos entender propiamente el uso de lo fantástico en la poesía
del siglo XVIII. Este siglo es el de la Ilustración. Esta busca educar al
pueblo en los campos de la ciencia, la filosofía o la razón con el fin de
mejorar sus vidas. Es el racionalismo la base para este proceso educativo de
los ilustrados. Uno de los principales caballos de batalla de los ilustrados es
acabar con cualquier elemento que se escape del raciocinio. Por lo tanto,
buscan eliminar de la vida del pueblo la superstición y la religión
tradicional. Es decir, luchan por eliminar todo lo que el intelecto no pueda
explicar de forma plenamente razonada.
Cuando hablamos de
elementos o temas fantásticos, debemos buscar su origen en la tradición
mitológica, así como en la popular. Se convierte en género en este siglo XVIII.
Desde el punto de
vista de la Ilustración, lo fantástico sólo puede tener un efecto negativo para
el pueblo ya que lo aleja de su propia realidad y le impide progresar y
mejorar. Por lo tanto, y como ya hemos comentado, hay un frontal rechazo de la
Ilustración hacia los elementos fantásticos en la literatura. Todo lo que no se
puede valorar en base a la experiencia real y comprobable ha de ser plena y
completamente rechazado.
A pesar de todo ello,
la fantasía, fruto de la herencia de la mitología y la tradición popular, juega
un importante papel en la literatura de la época. La
mitología será uno de los cauces por los que esta fantasía se intentará
representar en la Ilustración. Sin embargo, esta herencia es dulcificada y, de alguna
forma, adaptada a los tiempos.
Ejemplo de ello encontramos en obras poéticas
como Idilio VI. A Galatea, de Jovellanos en el que el autor nos muestra
una especial sensibilidad para tratar una idílica historia de amor transmitida
a partir de todos los elementos de la obra: desde la sintaxis hasta las
estructuras. El poeta admira y ensalza la belleza de la musa desde la
perspectiva del espectador. Galatea se nos
presenta a la vez como fuente de perdición pero también de perfección al haber
sido creada por el rey Pigmalión con ese propósito de perfección.
Siguiendo esta línea de
musas, y criaturas fantásticas, podemos apreciar elementos mitológicos en la
obra poética de Juan Meléndez Valdés, en composiciones como “El consejo del Amor” (Oda IV) donde
se hace mención a un céfiro y de
describe detalladamente. En otras odas, hace referencias a otros seres
fantásticos, relacionados con la naturaleza, por lo que el acercamiento
bucólico a la vida en contacto con la naturaleza empieza a estar más presente.
Es evidente la
influencia de la Ilustración en los autores y eso tiene fiel reflejo en el
desarrollo de sus obras y por eso, la aparición de elementos fantásticos y de
carácter supersticioso se reduce a la expresión mínima. Se impone un auto
control para no faltar a los principios de la Ilustración, aunque al final del
periodo será innegable esa fusión que deja a los poetas llevarse más por los
sentimientos que por la razón y donde empezarán a aflorar esos temas.
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