El Aparecido
Esta entrada está dedicada a "El aparecido", publicado en La Mariposa en 1839.
La literatura fantástica durante el
siglo XIX es prácticamente inexistente en España con una temática en la que nos
encontramos con vampiros, fantasmas, hombres lobos y
demás criaturas fantásticas, tan abundantes en los Romanticismos de otros
países.
Sin embargo, aquí nos encontramos ante un cuento fantástico: el narrador manifiesta extrañeza,
ante una serie de situaciones anómalas que irá
justificando de un modo u otro a medida que avanza la narración.
Hay que tener en cuenta que en España, país con una fuerte mentalidad católica, este tipo de literatura está perseguida. Por eso, el narrador no se hace responsable de lo que cuenta. Hasta tal punto es así, que el autor de la obra no la firma al publicarla.
Una muestra de ese alejamiento de la
historia y, por tanto, eludir la responsabilidad de la misma, es la voz de un
primer narrador que narra la historia de otro narrador, un anciano del lugar. Además, usa fórmulas en las
que terceras personas aportan información sobre la historia:
"[...]Algún
tiempo después corrió la voz de que se veía, a deshora un espectro[...]"
"[...]Un
judío decía que había tenido una lucha terrible con él[...]"
"[...]Una
criada vieja que guardaba el edificio y el hortelano aseguraban que habían oído
a alguno subir y bajar las escaleras a caballo[...]"
Podemos pensar que uno de los motivos
por los que el autor decidió no reconocer su autoría es el peso de la Inquisición.
Por ello, un cuento que en un principio tiene muchas de las características de
la literatura fantástica, pierde su fuerza, ya que va justificando de forma
racional todo lo que es aparentemente extraño.
"[...]Se
dio parte a la Inquisición, y cuatro familiares de ella se constituyeron en la
ciudad, determinando que lo primero se averiguase si el señor de la vivienda
había muerto en efecto[...] El tribunal de la Inquisición lo condenó a ser
quemado[...]"
Sobre el tema de los vampiros y las
apariciones de espíritus, ya
mencionamos en una entrada anterior que el padre Feijoo hace
una reflexión crítica sobre este tema en la Carta XX, del tomo IV de sus “Cartas eruditas y curiosas”. En ella expone, que en ciertos lugares
como Hungría o Polonia, los vampiros tienen leyendas muy arraigadas, según
Feijoo, fruto de la superstición del pueblo y no de la razón:
"[...] Algún
embustero inventó esa patraña: otros le siguieron, y la esparcieron. Esparcida,
inspiró un gran terror a las gentes. Aterrados los ánimos, no pensaban en otra
cosa, sino en si venía algún Vampiro a chuparles la sangre, o
torcerles el pescuezo; y puestos en ese estado, cualquiera estrépito nocturno,
cualquiera indisposición, que les sobreviniese, atribuían a la malignidad de
algún Vampiro. Supongo que algunos, y no pocos, advertidamente inventaban,
y referían historias de Vampiros, dándose por testigos oculares de los
hechos. [...]"
Teniendo en cuenta lo expuesto por él,
se puede deducir, entonces que el protagonista de "El Aparecido"
sufre el castigo por los grandes pecados cometidos
durante su vida y confesados por él al principio de la historia:
"[...]Son
muy grandes mis pecados, y Dios no me los perdonará jamás! Era tan extraña
esta confesión, tan contradictoria con sus morigeradas costumbres, que los que
le asistían no sabían a qué poder atribuirla[...]"
Así, mientras que fuera de España los
vampiros, monstruos y otras criaturas tienen su atractivo, por medio del fondo
moral, en nuestro país se justifica cualquier situación extraña, pues la
religión católica concibe casos de resurrecciones, castigos divinos y
posesiones por el diablo.
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