martes, 24 de febrero de 2015

I Congreso Internacional Liberal


Goya. Disparates ¿Serviles y liberales?

En el mes de mayo de 2014 tuvo lugar en la Universidad de Cádiz el I Congreso Internacional Liberal. Dentro de este Congreso, se llevo a cabo una conferencia acerca de Goya bajo el título «Goya. Disparates ¿Serviles y liberales?». El ponente fue Juan Carrete Parrondo, Doctor por la Universidad Complutense de Madrid e historiador de arte español y profesor de la Universidad Nacional de Estudios a Distancia (UNED).


Cuando hablamos de los disparates de Goya, nos referimos a veintidós grabados realizados por el pintor entre 1815 y 1823. El tema de los grabados es la representación de seres anormales, deformes, no humanos en ocasiones y que presumimos son una representación de la sociedad española de la época aunque muchos estudiosos consideran que la interpretación queda bastante abierta. No se conoce siquiera si la colección está acabada. En el Museo Arqueológico de Cádiz, con motivo del  200 Aniversario de la Constitución de 1812 se expusieron 80 grabados de Goya, entre ellos varios de los comentados en esta ponencia.

Esta es una época en la que la Inquisición sembraba el terror en la sociedad española. Era una época, por lo tanto, de miedo y desasosiego. Goya es también víctima de la situación, por lo que no crea sólo en sus grabados una imagen de la sociedad española sino también de su propia persona, de sus propios temores, de esos temores provocados por la situación del país.

 
El ponente, una vez contextualizados los grabados, pasa a un análisis más profundo de cuatro grabados que por sus particulares características parecen pertenecer a una misma serie. Lo primero que estos cuatro grabados tienen en común es el tema, la sinrazón de la sociedad. Estos grabados en concreto son: “Disciplinantes”, “Escena de Inquisición”, “La casa de locos” y “Corrida de Toros”. 

El ponente destaca, además, que la sinrazón no es el único tema para Goya recurrente en sus grabados sino que en su obra trata también la religión, las autoridades, la Guerra de la Independencia, los toros.


Los grabados son la representación del bien y del mal pero en un sentido u otro el miedo, como ya hemos dicho, es el nexo común a todos. Y todo tiene como vehículo para ser representado lo grotesco. El que Goya los llamará Disparates no es más que la intención por parte del autor de dejar claro desde el mismo título la sociedad tan convulsa y “disparatada” en la que vive llena de despropósitos.


Goya huye claramente de las representaciones idílicas que los grabados de la época mostraban y representan a la sociedad con toda su crudeza.

La Regenta. Capítulo XXVI

Ana y Fermín. Estación de penitencia.

Nuestro objetivo con esta entrada será el de analizar el capítulo XXVI de la obra La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín” y en especial la parte del capítulo donde se trata de forma concreta las intenciones de Ana de hacer estación de penitencia.

La Regenta se divide en dos partes. La primera de ellas se desarrolla en sólo tres días mientras que la segunda, a la que pertenece este capítulo, transcurre en un período de tres años. Con la primera parte, Clarín nos pone en situación y, una vez hecho esto, hace uso de la segunda parte de la obra para desarrollar la historia. El capítulo XXVI puede ser considerado como el inicio de lo que se podría considerar el desenlace de la obra.


La obra hay que situarla a caballo entre el Realismo y el Naturalismo aunque es el primero el que en mayor medida destaca. Tanto es así que la obra es considerada como claro ejemplo del Realismo literario español. Aún así, no debemos perder de vista la importancia de la influencia del Naturalismo. No hay que empequeñecer, por tanto, la influencia que autores representativos del Naturalismo como Émile Zola tuvieron sobre Clarín.


En La Regenta nos encontramos con un narrador omnisciente (heterodiegético) con voz en tercera persona. El Realismo se hace aún más presente con el hecho de que la obra se emplace en un espacio y tiempo bien definidos, Vetusta durante la Semana Santa. Esto hace que el lector considere totalmente plausible y, por lo tanto, creíble aquello de lo que esta siendo testigo por lo que la idea de que todo es efectivamente real se hace más fuerte, es decir, el Realismo se hace más patente.

En el fragmento que tratamos en esta entrada, vemos como se define de manera perfecta lo que es el pensamiento dominante en la sociedad del momento. La conversación de la Marquesa con unas amigas lo pone de manifiesto. Ana va a hacer penitencia con traje de nazarena y descalza el Viernes Santo como muestra de arrepentimiento ante De Pas. Este es un hecho que revoluciona la vida de Vetusta. Es ampliamente criticada por ello como se ve en frases de esta parte de la obra como «vestirse de mamarracho y darse en espectáculo» o «¿dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras?», haciéndose uso, además, del habla de la época y acercándose  aún más a esa verosimilitud lingüística.


Esta parte de la obra que estamos comentando resume perfectamente la imagen que Clarín quiere transmitirnos de la sociedad de Vetusta, una ciudad muy religiosa. El que el autor haga referencia a hechos o datos conocidos por el lector aumenta el realismo de la obra. La obra se hace más cercana a la realidad del propio lector y por lo tanto cobra, aún si cabe, más vida a los ojos de este lector. El que dentro del fragmento que tratamos se hable de la ciudad de Zaragoza o se nombre a Rossini son ejemplos de cómo se añade verosimilitud a la obra.


Pero como ya hemos comentado, también encontramos elementos naturalistas dentro de la obra. Lo peor del ser humano y de la sociedad de Vetusta es expuesto por Clarín en la obra. Se enfatiza la idea naturalista de que el ser humano es víctima de su herencia biológica y el entorno. El mejor ejemplo de ello en la obra y dentro de este fragmento es Ana que no puede escapar de su propio ser y del contexto en el que vive.

La lucha interior de Ana es patente en este tramo final de la obra. Se acerca y a la vez huye del mundo religioso. Pero todo lo hace sin ningún sentido ni motivación realmente justificada. 




Por último, destacar el nuevo acercamiento entre Fermín y Ana después del enfrentamiento por los celos de este y su reafirmación como Magistral en una sociedad eminentemente religiosa (aunque muy hipócrita) ya que consigue que un personaje secundario como Pompeyo Guimarán, conocido ateo, sea confesado por De Pas en su lecho de muerte. Clarín consigue reflejar perfectamente el tipo de sociedad de la época en la que encuadra la novela.

Tenorio y Montemar (III)

El Desenlace de “Don Juan Tenorio”

El Don Juan Tenorio de Zorrilla se puede considerar como una obra que mezcla lo fantástico y lo religioso, algo que el propio autor reconoce como cierto. Lo que esto implica no es simplemente el uso de elementos pertenecientes a ambos mundos o su mezcla sino el hecho de que ambos aspectos se vean apoyados el uno en el otro. Se complementan y se explican y justifican entre sí. 

Al contrario de lo que ocurría con “El Estudiante de Salamanca” de Espronceda, aquí el pecado si causa un arrepentimiento en busca del perdón. Es decir, Zorrilla si sigue las ideas básicas de la doctrina católica. Para aquello que resulta difícil de entender o explicar en la obra es para lo que se hace uso de los elementos fantásticos.

La conversión de Don Juan al finalizar la obra en el momento previo a su muerte esta plagado de ambigüedad. ¿Cuándo se produce la muerte? Se desconoce. ¿Es en el duelo con el capitán Centellas como él mismo parece confesar? ¿No sigue tras el duelo vivo como parece sugerir la obra? Es por tanto una ambigüedad buscada, quizás, por razones religiosas. Y es aquí donde los elementos fantásticos toman fuerza. 


Aunque el duelo aporta ese dramatismo propicio del Romanticismo a la muerte de Don Juan y crea una vía para explicarla, un duelo no es el contexto para el arrepentimiento de esa vida que ha llevado, por lo que debemos pensar que sobrevive a este duelo para así poder arrepentirse de sus pecados y lograr la salvación. No es católico que el arrepentimiento venga después de muerto y así es como se entiende la confusión creada por el autor. Estamos, pues, ante una situación que nos brinda la posibilidad de llevar a cabo todo tipo de interpretaciones sin que por ello debamos ir contra los principios de la Iglesia.



El verdadero amor de Doña Inés es que lo que salva a Don Juan. Ese amor le abrirá a Don Juan un camino por el que pueda redimirse de todos sus pecados. El ver como la justicia divina cede ante el hombre nos muestra como va cambiando la sociedad del Romanticismo.

Tenorio y Montemar (II)

El Final de “El Estudiante de Salamanca”


En la obra “El Estudiante de Salamanca” Espronceda realiza su propia interpretación de una leyenda popular, en concreto, la del estudiante Lisardo. No tardamos en encontrar la clara conexión entre la obra de Espronceda y la leyenda de Don Juan. El personaje de Espronceda va en contra de los valores de la sociedad en la que vive y se enfrenta a ellos, no los respeta y, por tanto, los transgrede.

Podríamos decir, por tanto, que hablamos de lo que podríamos calificar como antihéroe. Como ejemplo de esta rebeldía, no hay más que destacar su confrontación contra el concepto de Dios cristiano como también ocurre con el Don Juan de Zorrilla. La negación de los valores de la iglesia cristiana no conlleva en ningún momento de la obra un arrepentimiento o un castigo ante la osadía y en esto se diferencia del personaje de Zorrilla.

Se ha sugerido que Espronceda usa la personificación para hacer que Elvira represente el Bien y Don Félix el Mal. Pero, si esto es así, nada tiene que ver con los valores cristianos ya que no podemos considerar que el personaje de Elvira sea menos transgresor que el de Don Félix. 

No hay arrepentimiento en ella y en ningún momento considera que la actitud y posición de ninguno de los dos deba ser reprendida. La pérdida de Don Félix es lo único que en realidad la inquieta. No hay ni que decir que Don Félix del mismo modo en ningún momento muestra remordimientos por sus acciones claramente transgresoras.

Afronta con valentía la muerte y ni esta le hace pedir perdón por sus acciones y pensamiento. Por lo tanto, mantiene su espíritu intacto. La misma narración muestra su clara admiración por el personaje y en ningún momento lo condena o pone en duda ninguno de sus actos. 


De hecho, la actitud narrativa permanece inalterable de principio a fin. No se puede hablar de que se produzca un castigo divino. Es la propia Elvira convertida en fantasma la que conduce a Don Félix al otro mundo donde estarán juntos para siempre.


Se puede pensar que no es realmente Elvira sino el mismo Diablo transformado en el fantasma de Elvira quien atrapa a Montemar. Si consideramos esta idea, vemos que el final se puede entender como que lo que encontramos al final es el mundo de los muertos donde ambos personajes se unen por propio deseo de Elvira o bien que los actos de Montemar en vida lo han llevado a ser conducido por el mismo Diablo al infierno pero sin que esto deba ser interpretado como un castigo.