Ana y Fermín. Estación
de penitencia.
Nuestro objetivo con
esta entrada será el de analizar el capítulo XXVI de la obra La Regenta, de
Leopoldo Alas “Clarín” y en especial la parte del capítulo donde se trata de
forma concreta las intenciones de Ana de hacer estación de penitencia.
La Regenta se divide en dos
partes. La primera de ellas se desarrolla en sólo tres días mientras que la
segunda, a la que pertenece este capítulo, transcurre en un período de tres
años. Con la primera parte, Clarín nos pone en situación y, una vez hecho esto,
hace uso de la segunda parte de la obra para desarrollar la historia. El
capítulo XXVI puede ser considerado como el inicio de lo que se podría
considerar el desenlace de la obra.
La obra hay que
situarla a caballo entre el Realismo y el Naturalismo aunque es el primero el
que en mayor medida destaca. Tanto es así que la obra es considerada como claro
ejemplo del Realismo literario español. Aún así, no debemos perder de vista la
importancia de la influencia del Naturalismo. No hay que empequeñecer, por
tanto, la influencia que autores representativos del Naturalismo como Émile
Zola tuvieron sobre Clarín.
En La Regenta
nos encontramos con un narrador omnisciente (heterodiegético) con voz en
tercera persona. El Realismo se hace aún más presente con el hecho de que la obra
se emplace en un espacio y tiempo bien definidos, Vetusta durante la Semana
Santa. Esto hace que el lector considere totalmente plausible y, por lo tanto,
creíble aquello de lo que esta siendo testigo por lo que la idea de que todo es
efectivamente real se hace más fuerte, es decir, el Realismo se hace más
patente.
En el fragmento que
tratamos en esta entrada, vemos como se define de manera perfecta lo que es el
pensamiento dominante en la sociedad del momento. La conversación de la
Marquesa con unas amigas lo pone de manifiesto. Ana va a hacer penitencia con
traje de nazarena y descalza el Viernes Santo como muestra de arrepentimiento
ante De Pas. Este es un hecho que revoluciona la vida de Vetusta. Es
ampliamente criticada por ello como se ve en frases de esta parte de la obra
como «vestirse de mamarracho y darse en espectáculo» o «¿dónde ha
visto ella a nadie hacer esas diabluras?», haciéndose uso, además, del
habla de la época y acercándose aún más a esa verosimilitud lingüística.
Esta parte de la obra
que estamos comentando resume perfectamente la imagen que Clarín quiere
transmitirnos de la sociedad de Vetusta, una ciudad muy religiosa. El que el
autor haga referencia a hechos o datos conocidos por el lector aumenta el
realismo de la obra. La obra se hace más cercana a la realidad del propio
lector y por lo tanto cobra, aún si cabe, más vida a los ojos de este lector.
El que dentro del fragmento que tratamos se hable de la ciudad de Zaragoza o se
nombre a Rossini son ejemplos de cómo se añade verosimilitud a la obra.
Pero como ya hemos
comentado, también encontramos elementos naturalistas dentro de la obra. Lo
peor del ser humano y de la sociedad de Vetusta es expuesto por Clarín en la
obra. Se enfatiza la idea naturalista de que el ser humano es víctima de su
herencia biológica y el entorno. El mejor ejemplo de ello en la obra y dentro
de este fragmento es Ana que no puede escapar de su propio ser y del contexto
en el que vive.
La lucha interior de
Ana es patente en este tramo final de la obra. Se acerca y a la vez huye del
mundo religioso. Pero todo lo hace sin ningún sentido ni motivación realmente
justificada.
Por último, destacar el
nuevo acercamiento entre Fermín y Ana después del enfrentamiento por los celos
de este y su reafirmación como Magistral en una sociedad eminentemente
religiosa (aunque muy hipócrita) ya que consigue que un personaje secundario
como Pompeyo Guimarán, conocido ateo, sea confesado por De Pas en su lecho de
muerte. Clarín consigue reflejar perfectamente el tipo de sociedad de la época
en la que encuadra la novela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario