martes, 24 de febrero de 2015

La Regenta. Capítulo XXVI

Ana y Fermín. Estación de penitencia.

Nuestro objetivo con esta entrada será el de analizar el capítulo XXVI de la obra La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín” y en especial la parte del capítulo donde se trata de forma concreta las intenciones de Ana de hacer estación de penitencia.

La Regenta se divide en dos partes. La primera de ellas se desarrolla en sólo tres días mientras que la segunda, a la que pertenece este capítulo, transcurre en un período de tres años. Con la primera parte, Clarín nos pone en situación y, una vez hecho esto, hace uso de la segunda parte de la obra para desarrollar la historia. El capítulo XXVI puede ser considerado como el inicio de lo que se podría considerar el desenlace de la obra.


La obra hay que situarla a caballo entre el Realismo y el Naturalismo aunque es el primero el que en mayor medida destaca. Tanto es así que la obra es considerada como claro ejemplo del Realismo literario español. Aún así, no debemos perder de vista la importancia de la influencia del Naturalismo. No hay que empequeñecer, por tanto, la influencia que autores representativos del Naturalismo como Émile Zola tuvieron sobre Clarín.


En La Regenta nos encontramos con un narrador omnisciente (heterodiegético) con voz en tercera persona. El Realismo se hace aún más presente con el hecho de que la obra se emplace en un espacio y tiempo bien definidos, Vetusta durante la Semana Santa. Esto hace que el lector considere totalmente plausible y, por lo tanto, creíble aquello de lo que esta siendo testigo por lo que la idea de que todo es efectivamente real se hace más fuerte, es decir, el Realismo se hace más patente.

En el fragmento que tratamos en esta entrada, vemos como se define de manera perfecta lo que es el pensamiento dominante en la sociedad del momento. La conversación de la Marquesa con unas amigas lo pone de manifiesto. Ana va a hacer penitencia con traje de nazarena y descalza el Viernes Santo como muestra de arrepentimiento ante De Pas. Este es un hecho que revoluciona la vida de Vetusta. Es ampliamente criticada por ello como se ve en frases de esta parte de la obra como «vestirse de mamarracho y darse en espectáculo» o «¿dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras?», haciéndose uso, además, del habla de la época y acercándose  aún más a esa verosimilitud lingüística.


Esta parte de la obra que estamos comentando resume perfectamente la imagen que Clarín quiere transmitirnos de la sociedad de Vetusta, una ciudad muy religiosa. El que el autor haga referencia a hechos o datos conocidos por el lector aumenta el realismo de la obra. La obra se hace más cercana a la realidad del propio lector y por lo tanto cobra, aún si cabe, más vida a los ojos de este lector. El que dentro del fragmento que tratamos se hable de la ciudad de Zaragoza o se nombre a Rossini son ejemplos de cómo se añade verosimilitud a la obra.


Pero como ya hemos comentado, también encontramos elementos naturalistas dentro de la obra. Lo peor del ser humano y de la sociedad de Vetusta es expuesto por Clarín en la obra. Se enfatiza la idea naturalista de que el ser humano es víctima de su herencia biológica y el entorno. El mejor ejemplo de ello en la obra y dentro de este fragmento es Ana que no puede escapar de su propio ser y del contexto en el que vive.

La lucha interior de Ana es patente en este tramo final de la obra. Se acerca y a la vez huye del mundo religioso. Pero todo lo hace sin ningún sentido ni motivación realmente justificada. 




Por último, destacar el nuevo acercamiento entre Fermín y Ana después del enfrentamiento por los celos de este y su reafirmación como Magistral en una sociedad eminentemente religiosa (aunque muy hipócrita) ya que consigue que un personaje secundario como Pompeyo Guimarán, conocido ateo, sea confesado por De Pas en su lecho de muerte. Clarín consigue reflejar perfectamente el tipo de sociedad de la época en la que encuadra la novela.

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